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Foto del escritorCatalina Landivar

Crónica 1: La palabra y la pija

La palabra y la pija

Cuando teníamos cuatro años- soy melliza y soy plural- en el jardín de Ayacucho, Germán de cinco años me perseguía en los recreos y me miraba de lejos- con un cómplice amigo- porque gustaba de mí.

No se acercaba, solo miraba y sonreía y comentaba por lo bajo.

Qué asco el comentario por lo bajo.

Ese comentario que nunca aprobó mi mamá: No me gusta, habla por lo bajo.

Germán hacia eso. Me miraba y cuchicheaba con el otro, que también me miraba y controlaba mi ubicación en el patio. Germán no me hablaba directamente, ni me proponía jugar, ni me prestaba juguetes- que hubiera abierto puertas a la amistad o al amor de niños- No. él- siempre a cierta distancia- me incomodaba. Tanto, tanto que dejé de salir a los recreos.

A nuestros nueve años- de vuelta en Tandil- fuimos con mis compañeros de la escuela 1 a la heladería Nevada. Nevada sigue existiendo, Tandil también y yo- que vamos a cumplir 32 años pronto- estoy hoy, muy conmovida.

Éramos varios cursos y maestras los que íbamos a brindar con cucurucho el fin del 96. Yo era callada, bien tímida. Muy para adentro. El teatro después hizo lo suyo, amplió el brillo y la menstruación alargó mi cuerpo. Pero en ese momento era silenciosa y baja y niña.

Después de tomar el helado y compartir volvimos caminando, debajo de 30 grados, con los guardapolvos desprendidos y la alegría de poder caminar en el aire libre. Yo charlaba con alguna amiga, cuando se acercó a nosotras un pibe que tenía un año más- también acompañado por su cómplice amigo-. Lo había visto en los recreos: andaba siempre por la dirección y escupía, era repetidor y le quedaba bien la etiqueta de quilombero que le habían puesto casi todos.

Fue su amigo el que me chistó y -mirándome a los ojos- me dijo:

- Ey, él te quiere coger.

Yo miré rápido para abajo. Hice silencio. Esa amiguita que venía al lado mío, estaba. Pero ninguna pudo decir.

Ey, él te quiere coger.

Terminaban las clases. Yo quería vacaciones. Siempre renací en diciembre y el calor.

EY, él te quiere coger.

Ey, él te quiere coger.

Me acuerdo puntualmente del EY. El EY hizo QUE YO MIRARA. Que no quedaran dudas. Me lo decían a mí. Ey, vos. No tu amiga. Vos. Mirame. Mirá. ÉL TE QUIERE COGER.

Fue solo palabra. Porque ese chico no me tocó, no se acercó, no me hostigo después, ni me persiguió en los recreos como Germán, ni repitió la frase, ni me la escribió en papeles, ni me cogió nunca. Pero a mis 9 años yo- que creía en el amor y ya me había enterado que el pito del papá se mete en la chucha de la mamá- me asusté.

¿Esas palabras anticipaban sus actos? ¿Era un aviso? ¿Una amenaza? ¿Una invitación? ¿Un simple comentario?

Ey, él te quiere coger.

Ey, él te quiere coger.

Cinco palabras y mi cuello duro de terror. Fue a partir de esa frase que me acerqué -por primera vez en la vida- a los pensamientos obsesivos. El miedo llenó la mente. Pasé tres meses en el campo de mis abuelos repasando una y otra vez esas palabras. Sintiéndome violada. De verdad. PALABRA ERECTA, ME PENETRASTE.

La obsesión, el repaso y la idea fija.

Durante ese verano mi imaginación inventó a los dos hijos que quería tener y que aún no tengo. Una nena y un nene. Los vestí prolijos en mi cabeza. Si alguien quería ya cogerme, ser madre- tal vez- era lo más limpio y sano para pensar y repensar.

Porque no pude decir.

Una aprende a comunicar con los años. Decir es y será difícil. Lo sabemos. Lo sabemos todos. Lo sabemos todas.

Recién ahora el secreto está mal visto. Recién hoy las mujeres entendemos que contar saca de la propia prisión.

Me costó repetir esa frase.

¿Alguien tiene idea lo que debe ser repetir esa pija?


La pija

Cuando Thelma tenía 16 años fue la pija la que la paralizó, la acalló y la hundió en Centroamérica. Fueron las palabras también. Porque este hombre le susurró. Y le dijo que no importaba que tenga la edad de sus hijos y le respiró la oreja y le dio besito en el cuello.

Mientras a Thelma- y a todas desde ayer- le daba vueltas en la cabeza la corrida del shorcito y el sexo oral y la fuerza de las manos y la posibilidad de que vuelva a pasar y el trabajo perdido y el poder de ese hombre y su propia sexualidad y sus miedos y la culpa y la impotencia y el asco, Juan Darthes vivía. Juan Darthes vive. Juan Darthes permanece- hasta ayer y ojalá nunca más- gozando de su lugar de hombre.

¿Cuánto invade una violación de ese tipo?

Si a mí me paralizó una frase de un nene a la vuelta de mi casa.

¿Cuánto aquieta la penetración de un hombre adulto y poderoso en un hotel de Managua?

Porque se la metió.

¿QUERÍAN PRUEBAS?

Ey, yo te voy a violar.

Lo hizo. Sin decirlo.

La quiso coger y la cogió.

Corriéndole el shorcito.

No alcanzó lo de Ana y Natalia. ¿Quién las conoce?

No bastó lo de Calu porque fue ambiguo. La ambigüedad sirve para escribir historias, no para sacar caretas, ¿no?

Hubo que hacer cadena nacional, filmar un video en una cama y ver llorar para creer este desastre.

¡Bien por las actrices! Colegas inteligentes, sensibles, dispuestas, valiente, enormes mujeres. Gracias por esta unión que arma base y sostiene a las jóvenes y a las viejas. Y a mi hija que aún no nació. Y a mis sobrinas que nacieron mujeres y se sumaron a mi clan femenino.

Gracias por enfrentar a ese hombre alto y de voz grave.

Gracias por darle esta cachetada al caballero mentiroso.

Al caballero que la metió donde no debía.

No puedo imaginar qué vivió Thelma durante 10 años. Esos diez años que yo gocé mi cuerpo y aprendí a amar. Pero –supongo- mientras convivió con esa sensación de asco y de miedo y de obsesión y repasó el olor del violador metiéndose en su piel, Juan Darthes filmaba y cantaba y se sacaba fotitos.

Diez años es mucho, Managua es lejos y 16 años es la piedra del futuro de la vida.

A mis 16 sentí como era lubricarse al besar y abrazar al chico que me gustaba.

A los 16 a Thelma un hombre le metió los dedos en un hotel de Nicaragua.

La Nicaragua de los terremotos. De la guerrilla. Del Sandinismo. La Nicaragua luchadora y revolucionaria. La Nicaragua de la sangre.

¡Bravo Thelma! Tu voz y esa templanza ubican a los que no saben aún como ubicarse.

Gracias por poner tu historia a resonar con la de tantas y tantas y tantas mujeres en este mundo patriarcal y enfermo.

BASTA

Vos, Juan Darthes, que tenes esa familia perfecta y salís en las revistas y seguro hablas de monogamia con tus hijos bilingües y parecidos y tu voz de zorzal.

Yo que me sabia una canción tuya de Patito Feo que porque hablaba de un padre que espera a su hija. Hijo de puta.

¿Cómo dormís? ¡¿Cómo dormís?!

Porque dormís con pijama de cuadritos ¿no? Y tenes baño con dos lavatorios y te gustan los cereales.

¿Con qué soñas Juan Darthes?

¿Tenes insomnio? ¿Llagas? ¿Úlceras? ¿Hemorroides? ¿O tu ser diabólico está a un nivel tan alto que te permite hacer el cafecito a la mañana, cantar entre la espuma del baño, pasear al perro y cocinar papas fritas?

¿Le miras el culo a la empleada doméstica y a las amigas de sus hijos? ¿O a las novias de tus hijos? ¿O a los novios de tus hijos?

Juan Darthes ¡¡¡estuviste 3650 días durmiendo tranquilo!!!

¿Cuántas más hay?

¡¡¡¿A cuántas más paralizaste?!!!

Ahora da la cara y dejá de decir que es mentira.

Dejen de ser sus abogados. Dejen de contratarlo. Dejen de ser cómplices amigos.

Sáquenle la mirada, no lo huelan, no le sirvan agua, no lo miren a los ojos, no escuchen su Cambalache, no resuelvan sus enigmas.

Vean como siente en carne propia el destierro de su clan, de su país, de su familia.

Sos un violador, un pedófilo y estás rodeado.

Yo soy melliza, soy plural y hablo por todas por todas.

Ey, Darthes.

MIRÁ.

¡¡MIRÁ COMO NOS HICISTE PONER!!

Catalina Landivar

Diciembre 2018

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